Evaristo Jiménez-Contreras, Rafael Ruiz-Pérez, Emilio Delgado-López-Cózar
Últimamente se ha extendido la costumbre de emplear como argumento para descalificar los sistemas de evaluación de la investigación imperantes en España la falaz afirmación de que científicos y pensadores ilustres como Ortega y Gasset, Ramón y Cajal y, hasta el mismísimo Albert Einstein, no habrían superado los procedimientos de selección y promoción que, en forma de sexenios (CNEAI) o acreditaciones (Aneca), ha puesto en funcionamiento la Administración española. Incluso en forma de chiste se ha dicho que Jesucristo no habría obtenido un tramo de investigación. En todos ellos se parte de un razonamiento que está viciado en origen: cada científico es hijo de su tiempo, y, por tanto, resulta absurdo proyectar en el futuro lo que pertenece al pasado...
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