Me parece oportuno rescatar y publicar como post la nota que Emilo mandó a Iwetel el 8 de Mayo como respuesta a una cuestión planteada por Tomás Baiget respecto a las autocitas de las revistas.
Para empezar, conviene distinguir dos planos: una cosa es la autocitación en las revistas y otra en los autores. El acto de citar es un acto humano, por tanto, sólo citan y, se autocitan, si ha el caso los autores. Y cuando digo que es humano, me refiero a que es un acto consciente realizado por una persona que como cualquier comportamiento humano se rige por móviles y motivaciones muy complejas. Pero es que, además, citar es un acto social, es decir, refleja de una manera u otra como un individuo, en este caso, un autor se relaciona con sus congéneres. Y los actos sociales son todavía más complejos pues están condicionados por innumerables convencionalismos. Por consiguiente, la autocitación realizada por el autor, la única en sentido estricto, no debe ser asimilada a la autocitación en el contexto de las revistas. Las revistas son artefactos, sociales sin duda, pero objetos inanimados, formados por una acumulación de artículos firmados por múltiples autores, que no actúan por sí. Debiera distinguirse entre las citas emitidas por una revista y las citas emitidas por un autor. Realmente las autocitas sólo son tales cuando el autor o los coautores citan a sus propios trabajos previos. Pero otra cosa es que esta operación sea fácil de implementar, pues posee unas complejidades técnicas importantes. Sin embargo, en realidad problema con las citas surge cuando intentamos atribuir valor a las mismas (difícil e insondable asunto pues comportaría introducirse en la mente del autor para dilucidar cuales son los móviles que están detrás de cada cita). Un problema agravado desde que las citas se han convertido en la cinta métrica con que la ciencia mide y evalúa el trabajo de los científicos. A partir de ese momento el acto de citar ha dejado de ser un acto puro e inmaculado, aunque dudo que alguna vez lo fuera, que obedecía exclusivamente al deseo de reconocer el trabajo previo y de saldar las deudas intelectuales. Las teorías interpretan el acto de citación como medio inscrito en el sistema de reconocimiento científico, como instrumento retórico de persuasión, o como medio para medir el uso de la información, y como derivado de este, como instrumento para medir la repercusión del trabajo científico. Lo que está claro a día de hoy es que citar y ser citado tiene muchasconsecuencias, y por esa razón, la interpretación del valor de las citas y las autocitas se ha distorsionado todavía más y se ha hecho más complejo. En cualquier caso hay algo que todo el mundo entiende cuando hablamos de la citación de autores: citar es como el querer o hablar de alguien: no es lo mismo quererse o hablar bien de uno mismo a que lo hagan los amigos, más o menos próximos, los conocidos o, finalmente, los desconocidos. En fin está bien quererse mucho a sí mismo o hablar muy bien de uno mismo (sobre estos cimientos dicen los psicólogos que se construye una fuerte personalidad) o que lo hagan los amigos (estos que van decir, su condición les delata), pero parece mejor que lo hagan aquellos con los que no nos une un lazo de amistad o vinculación directa. Por desinteresadas estas opiniones son más neutras y objetivas.
En este contexto las autocitas, evidentemente, no poseen el mismo valor que las citas externas. Esto no quiere decir que las autocitas obedezcan a razones espúreas (autobombo). En principio deben interpretarse como un indicador de continuidad en el trabajo y de línea coherente de investigación. Ahora bien, que un autor posea una alta tasa de autocitación significa, asimismo, un alto grado de aislamiento social y, evidentemente, que su trabajo alcanza poco re-conocimiento externo, baja visibilidad y repercusión científica. ¿Es posible que sus trabajos hayan sido leídos por otros que no sean él mismo o los suyos y, por ende usados, pero no citados? Puede ser, pues ya sabemos que todo lo que se lee no se cita y que todo lo que se cita no se ha leido, pero la realidad es que los trabajos firmados por el autor no consiguen, por la razón que sea, ser citados fuera de su círculo más íntimo.
A la hora de valorar la tasa de autocitación de un autor es importante tener en cuenta el factor tamaño. Así para los autores altamente citados, la tasa de autocitación es irrelevante. No ocurre lo mismo cuando el número de citas que recibe un autor es bajo. Y esto es, en parte lo que pasa, entre los autores de documentación a los que se refería Isidro. Así, un análisis de la tasa de autocitación de los 30 autores más productivos en ByD en el Web of Science entre 1995 y 2004 nos dice que, salvo excepciones, son los autores con más citas los que presentan una tasa menor de autocitación y viceversa. Y concretando, 4 autores tienen tasas de autocitación superiores al 80%, 9 tienen entre 50 y 79%, 10 entre 20 y 49% y sólo 7 poseen una tasa inferior al 20%.
Aunque esta máxima no siempre se cumple. Así, por ejemplo, si analizamos las 6 citas recibidas por Tomás Baiget o las 7 de Ernest Abadal en IN-RECS constataremos como, aun siendo un número de citas no muy elevado, no existe ninguna autocita. Situándonos en el plano de las revistas y dando por sentado que no significa lo mismo una autocita del autor a un trabajo suyo que a un trabajo de otro autor, publicados ambos en la misma revista, la autocitación (citas de una revista a los artículos publicados por la misma revista) no es excluida por el JCR en la fórmula empleada para calcular el impacto, porque, en general, salvo excepciones que siempre las hay, es irrelevante para determinar la posición que ocupe la revista en los distintos rankings. El estudio Journal self-citation in the Journal Citation Reports® – Science Edition (2002): A Citation Study from The Thomson Corporation demuestra que prácticamente no existe correlación entre el Factor de Impacto y la tasa de autocitación, y tampoco correlaciona con la materia de la revista. Este estudio es una respuesta a las continuas quejas que emiten los editores de aquellas revistas que no figuran como revistas fuente en el Web of Science. Dichos editores argumentan que su Factor Impacto aumentaría de figurar en las bases de datos como revistas fuente y supuestamente denuncian el beneficio que reciben por mor de las autocitas las revistas fuente. Pues bien este estudio demuestra que la autocitación no influye para nada en la posición y si acaso lo hace, es solo con las revistas que se encuentran en la cola de los listados. Para las revistas altamente citadas, igual que comentábamos para el caso de los autores, la autocitación ni añade ni quita nada en términos de posiciones. En cambio, para las que están abajo sí: la autocitación representa una buena parte de sus citas.
El mismo fenómeno venimos observando en IN-RECS. La tasa de autocitación no condiciona decisivamente la posición de la revista. Las revistas fuente son, en líneas generales, las revistas que más impacto poseen. Ahora bien, a diferencia del WOS, las tasas de autocitación son mucho más elevadas.Mientras que en el WOS la tasa media de autocitación se sitúa en el 12% en IN-RECS supera el 35%. La razón no es otra que el tamaño de la base de datos. Mientras que en el ISI se procesan 8900 revistas en IN-RECS sólo existen a día de hoy 85 revistas fuente. En Biblioteconomía y Documentación el WOS posee a día de hoy 60 revistas fuente mientras que IN-RECS solo vacia 6, es decir, el 10%. Por tanto, es lógico que la probabilidad de autocitación aumente. Al ser el número trabajos circulantes y el de referencias bibliográficas muy bajo por especialidad muy reducido, aumenta la posibilidad de autocitación.
En el caso de las revistas la autocitación elevada habría que interpretarla en términos de especialización. Revistas muy especializadas, que ocupan un nicho de mercado muy concreto, tienen poca probabilidad de atraer citas externas, ya que los trabajos de la especialidad aparecerán mayoritariamente en esas revistas y, por ende, la propensión a la autocitación será mayor.
No obstante, estamos asistiendo en los últimos años a un preocupantefenómeno que raya en comportamientos antiéticos. Los editores, conscientes del papel de las citas como fuente suministradora de prestigio, presionados por la necesidad de incrementar el índice de impacto de sus revistas recomiendan a los autores que someten artículos a su revista, de forma más o menos velada, que introduzcan citas a artículos publicados anteriormente en la propia revista. Con lo cual algunas revistas inflan artificialmente su número de citas via autocitación. A título de ejemplo, véase el caso descrito en COPE
En fin otro efecto perverso de la impactitis que nos aqueja.
Para empezar, conviene distinguir dos planos: una cosa es la autocitación en las revistas y otra en los autores. El acto de citar es un acto humano, por tanto, sólo citan y, se autocitan, si ha el caso los autores. Y cuando digo que es humano, me refiero a que es un acto consciente realizado por una persona que como cualquier comportamiento humano se rige por móviles y motivaciones muy complejas. Pero es que, además, citar es un acto social, es decir, refleja de una manera u otra como un individuo, en este caso, un autor se relaciona con sus congéneres. Y los actos sociales son todavía más complejos pues están condicionados por innumerables convencionalismos. Por consiguiente, la autocitación realizada por el autor, la única en sentido estricto, no debe ser asimilada a la autocitación en el contexto de las revistas. Las revistas son artefactos, sociales sin duda, pero objetos inanimados, formados por una acumulación de artículos firmados por múltiples autores, que no actúan por sí. Debiera distinguirse entre las citas emitidas por una revista y las citas emitidas por un autor. Realmente las autocitas sólo son tales cuando el autor o los coautores citan a sus propios trabajos previos. Pero otra cosa es que esta operación sea fácil de implementar, pues posee unas complejidades técnicas importantes. Sin embargo, en realidad problema con las citas surge cuando intentamos atribuir valor a las mismas (difícil e insondable asunto pues comportaría introducirse en la mente del autor para dilucidar cuales son los móviles que están detrás de cada cita). Un problema agravado desde que las citas se han convertido en la cinta métrica con que la ciencia mide y evalúa el trabajo de los científicos. A partir de ese momento el acto de citar ha dejado de ser un acto puro e inmaculado, aunque dudo que alguna vez lo fuera, que obedecía exclusivamente al deseo de reconocer el trabajo previo y de saldar las deudas intelectuales. Las teorías interpretan el acto de citación como medio inscrito en el sistema de reconocimiento científico, como instrumento retórico de persuasión, o como medio para medir el uso de la información, y como derivado de este, como instrumento para medir la repercusión del trabajo científico. Lo que está claro a día de hoy es que citar y ser citado tiene muchasconsecuencias, y por esa razón, la interpretación del valor de las citas y las autocitas se ha distorsionado todavía más y se ha hecho más complejo. En cualquier caso hay algo que todo el mundo entiende cuando hablamos de la citación de autores: citar es como el querer o hablar de alguien: no es lo mismo quererse o hablar bien de uno mismo a que lo hagan los amigos, más o menos próximos, los conocidos o, finalmente, los desconocidos. En fin está bien quererse mucho a sí mismo o hablar muy bien de uno mismo (sobre estos cimientos dicen los psicólogos que se construye una fuerte personalidad) o que lo hagan los amigos (estos que van decir, su condición les delata), pero parece mejor que lo hagan aquellos con los que no nos une un lazo de amistad o vinculación directa. Por desinteresadas estas opiniones son más neutras y objetivas.
En este contexto las autocitas, evidentemente, no poseen el mismo valor que las citas externas. Esto no quiere decir que las autocitas obedezcan a razones espúreas (autobombo). En principio deben interpretarse como un indicador de continuidad en el trabajo y de línea coherente de investigación. Ahora bien, que un autor posea una alta tasa de autocitación significa, asimismo, un alto grado de aislamiento social y, evidentemente, que su trabajo alcanza poco re-conocimiento externo, baja visibilidad y repercusión científica. ¿Es posible que sus trabajos hayan sido leídos por otros que no sean él mismo o los suyos y, por ende usados, pero no citados? Puede ser, pues ya sabemos que todo lo que se lee no se cita y que todo lo que se cita no se ha leido, pero la realidad es que los trabajos firmados por el autor no consiguen, por la razón que sea, ser citados fuera de su círculo más íntimo.
A la hora de valorar la tasa de autocitación de un autor es importante tener en cuenta el factor tamaño. Así para los autores altamente citados, la tasa de autocitación es irrelevante. No ocurre lo mismo cuando el número de citas que recibe un autor es bajo. Y esto es, en parte lo que pasa, entre los autores de documentación a los que se refería Isidro. Así, un análisis de la tasa de autocitación de los 30 autores más productivos en ByD en el Web of Science entre 1995 y 2004 nos dice que, salvo excepciones, son los autores con más citas los que presentan una tasa menor de autocitación y viceversa. Y concretando, 4 autores tienen tasas de autocitación superiores al 80%, 9 tienen entre 50 y 79%, 10 entre 20 y 49% y sólo 7 poseen una tasa inferior al 20%.
Aunque esta máxima no siempre se cumple. Así, por ejemplo, si analizamos las 6 citas recibidas por Tomás Baiget o las 7 de Ernest Abadal en IN-RECS constataremos como, aun siendo un número de citas no muy elevado, no existe ninguna autocita. Situándonos en el plano de las revistas y dando por sentado que no significa lo mismo una autocita del autor a un trabajo suyo que a un trabajo de otro autor, publicados ambos en la misma revista, la autocitación (citas de una revista a los artículos publicados por la misma revista) no es excluida por el JCR en la fórmula empleada para calcular el impacto, porque, en general, salvo excepciones que siempre las hay, es irrelevante para determinar la posición que ocupe la revista en los distintos rankings. El estudio Journal self-citation in the Journal Citation Reports® – Science Edition (2002): A Citation Study from The Thomson Corporation demuestra que prácticamente no existe correlación entre el Factor de Impacto y la tasa de autocitación, y tampoco correlaciona con la materia de la revista. Este estudio es una respuesta a las continuas quejas que emiten los editores de aquellas revistas que no figuran como revistas fuente en el Web of Science. Dichos editores argumentan que su Factor Impacto aumentaría de figurar en las bases de datos como revistas fuente y supuestamente denuncian el beneficio que reciben por mor de las autocitas las revistas fuente. Pues bien este estudio demuestra que la autocitación no influye para nada en la posición y si acaso lo hace, es solo con las revistas que se encuentran en la cola de los listados. Para las revistas altamente citadas, igual que comentábamos para el caso de los autores, la autocitación ni añade ni quita nada en términos de posiciones. En cambio, para las que están abajo sí: la autocitación representa una buena parte de sus citas.
El mismo fenómeno venimos observando en IN-RECS. La tasa de autocitación no condiciona decisivamente la posición de la revista. Las revistas fuente son, en líneas generales, las revistas que más impacto poseen. Ahora bien, a diferencia del WOS, las tasas de autocitación son mucho más elevadas.Mientras que en el WOS la tasa media de autocitación se sitúa en el 12% en IN-RECS supera el 35%. La razón no es otra que el tamaño de la base de datos. Mientras que en el ISI se procesan 8900 revistas en IN-RECS sólo existen a día de hoy 85 revistas fuente. En Biblioteconomía y Documentación el WOS posee a día de hoy 60 revistas fuente mientras que IN-RECS solo vacia 6, es decir, el 10%. Por tanto, es lógico que la probabilidad de autocitación aumente. Al ser el número trabajos circulantes y el de referencias bibliográficas muy bajo por especialidad muy reducido, aumenta la posibilidad de autocitación.
En el caso de las revistas la autocitación elevada habría que interpretarla en términos de especialización. Revistas muy especializadas, que ocupan un nicho de mercado muy concreto, tienen poca probabilidad de atraer citas externas, ya que los trabajos de la especialidad aparecerán mayoritariamente en esas revistas y, por ende, la propensión a la autocitación será mayor.
No obstante, estamos asistiendo en los últimos años a un preocupantefenómeno que raya en comportamientos antiéticos. Los editores, conscientes del papel de las citas como fuente suministradora de prestigio, presionados por la necesidad de incrementar el índice de impacto de sus revistas recomiendan a los autores que someten artículos a su revista, de forma más o menos velada, que introduzcan citas a artículos publicados anteriormente en la propia revista. Con lo cual algunas revistas inflan artificialmente su número de citas via autocitación. A título de ejemplo, véase el caso descrito en COPE
En fin otro efecto perverso de la impactitis que nos aqueja.
3 comentarios:
Muy interesante anotación. Yo añadiría un par de puntualizaciones:
- Una motivación para autocitarse es darle pistas al editor de lo que has hecho antes. Si eres un autor joven que aún no tienes muchas publicaciones y te falta "nombre", incluir dos o tres citas tuyas en el primer borrador suele ser una forma de decirle al editor: no soy un don nadie y pasar, al menos, el primer filtro (al menos, que el trabajo llegue a los revisores).
- Una motivación para citar trabajos no propios de otras revistas es el hecho de que si yo he publicado en el journal A, trataré de incluir citas (no mías, que no contarían, sino de otros autores) de ese mismo journal en el resto de mis trabajos. En "mercados" pequeños, media docena de citas pueden hacer subir un poco una revista, lo cual siempre viene bien para un sexenio .
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